Vivimos en un mundo obesogénico pero aún así, la
alimentación saludable se puede alcanzar en los niños.
Esto significa que vivimos entre grandes porciones de
alimentos, alimentos baratos cargados de calorías, snacks no saludables,
comidas fuera de casa, y consumo de bebidas azucaradas. Se vive en un ambiente en donde no
se promueve el fácil acceso a los vegetales, las frutas, los granos enteros y
otros productos del día como la leche. Tal ambiente también promueve estilos de
vida sedentarios que incluye demasiado tiempo frente a pantallas (TV, videojuegos, computadora, teléfonos inteligentes), e inadecuados
niveles de actividad física.
Los niños generalmente están viendo televisión muy tarde y
por lo tanto la hora de dormir también es más tarde. Como no duermen bien, no les queda
tiempo para desayunar en la mañana. Si bien les va, comen una barra de cereal
durante el trayecto a la escuela y aunque muchos pueden pensar que es una barra
de cereal nutritiva pero en general está cargada de calorías vacías (sólo aportan calorías y ningún nutriente) por la grasa
saturada y los azúcares añadidos. Las grasas sólidas y los azúcares agregados
se utilizan para fabricar los alimentos procesados y hacerlos más apetitosos a
expensas de agregarle demasiadas calorías que eventualmente son innecesarias
para un niño que ya tiene sobrepeso u obesidad y que es habitualmente muy
sedentario. También los padres salen corriendo de casa con tan solo con una taza de
café para enfrentar las primeras horas del día.
En la escuela los niños están rodeados de tentadoras comidas no saludables que están disponible para su compra y consumo cada día. Para sus almuerzos ellos
compran su comida de la cafetería o de una máquina expendedora generalmente
llena de alimentos procesados cargados de calorías (galletas, jugos, malteadas,
papas fritas, etc.). Al llegar a casa después de la escuela, se dirigen a la
alacena o al refrigerador y toman galletas o jugos como refrigerio, ambas
opciones con muchas calorías vacías y pocos nutrientes. Se comen ese refrigerio
mientras ven caricaturas o juegan videojuegos. Usualmente no participan en
ninguna actividad física fuera de la escuela porque los padres a menudo llegan
muy tarde a casa por cuestiones del trabajo. En muchas familias ellos son
cuidados por niñeras u otro familiar pero no les ponen atención a lo que los
niños comen o si se pasan demasiado tiempo viendo TV.
Generalmente la cena tampoco es la ideal, las madres que
trabajan todo el día y para ahorrar tiempo llevan comida de una restaurante de
comida rápida. Entonces la cena puede incluir, hamburguesa con papas o comida
china o mexicana, pero habitualmente la comida que se vende en ese tipo de
establecimientos son de porciones demasiado grandes y llenas de calorías
vacías.
Después de que se revisa su dieta y su nivel de actividad
física de un día de un niño en particular, su consumo de energía puede ser estimada y compararse con la
de otros niños de su misma edad y sexo.
Para conseguir una adecuación de los nutrientes dentro de
las recomendaciones de energía, a los niños se les necesita minimizar el consumo de “calorías vacías”. Un estudio reciente reportó que casi el 40% de la
energía consumida por los niños de 2 a 18 años viene de las calorías vacías y
la mitad de esas calorías vienen de 6 específicos artículos: refrescos, jugos,
postres lácteos, postres de cereales, pizza y leche entera.
Para seguir el rastro de lo que los niños comen, es esencial
que ellos y sus madres comprendan la información contenida en las etiquetas
nutricionales que vienen los paquetes de los alimentos. Los rótulos dan la
cantidad de calorías, grasa y otros nutrientes en cuanto al tamaño de la ración
recomendada. A menudo la cantidad consumida es mayor a lo que se recomienda.
Las calorías y los nutrientes necesitan ser ajustados para reflejar la cantidad
que se recomienda.
A los niños y sus madres hay que enseñarles cómo usar las
etiquetas nutricionales para calcular y manejar su consumo de energía. Ellos
necesitan elegir sabiamente sus alimentos para ajustarlas a sus metas de
energía y nutrientes, para quedar satisfecho y no sentir hambre.
El peso generalmente es mantenido dentro de un balance
individual de consumo de energía y su gasto de energía. Para conseguir un peso
saludable se necesitan realizar decisiones saludables de alimentos que llenen
más pero con menos consumo de calorías de las que en la actualidad se están
consumiendo. Las recientes guías clínicas se han dirigido a enfocarse más que a
la composición de macronutrientes de los alimentos a la composición energética
de los alimentos, ya que el balance de energía se ha considerado la mejor herramienta para
el manejo del peso.
De esta forma los niños continúan comiendo la usual cantidad
de alimento, mientras sus madres les proporcionan alimentos con menos calorías
por porción, esos alimentos se consideran a tener menos “densidad energética”
(kcal/gr). Hay estudios que demuestran que si el sabor de los alimentos es
bueno, es poco probable que se note diferencia en la densidad energética de una
comida si ellos comieran una cantidad usual de alimento.
La densidad energética puede ser reducida alterando la
cantidad de agua y macronutrientes de los alimentos. La grasa es el
macronutriente con mayor densidad energética, 9 kcal/gr, seguido por las
proteínas y los carbohidratos, que cada uno contiene 4 kcal/gr. El agua influencia
la densidad energética porque se suma al peso sin aportar energía. Agregar agua
o alimentos ricos en agua como las verduras y las frutas, es la vía más
efectiva para reducir la densidad energética de las comidas. Otro recurso es
disminuir la cantidad de grasa y azúcar. Hay muchos estudios que demuestran que
los niños reducen su consumo de energía, reduciendo la densidad energética de
su dieta. Las dietas de baja densidad energética están asociadas con mejor
equilibrio nutricional tanto en niños como en adultos. Los niños, por lo tanto
deberían de ser provistos con alimentos de baja densidad energética para
disminuir el consumo de energía y mejorar la calidad de sus dietas.
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