Durante las siguientes 3 décadas después de la primera descripción clínica de Leo Kanner del autismo, la investigación, la comprensión y el tratamiento del autismo fue mínima, pero para finales de la década de 1960, el crecimiento en su conocimiento ha sido exponencial. Estos avances han sido posibles por el descubrimiento y difusión de la Intervención Conductual Intensiva Temprana (EIBI) para los niños pequeños con autismo y el ímpetu para su diagnóstico temprano. Otros factores que influyeron en el rápido crecimiento de la investigación del autismo, fueron las primeras pruebas diagnósticas aceptadas para el autismo, la entrevista diagnóstica del autismo (ADI) y la lista de observación diagnóstica del autismo (ADOS). Los avances en estudios de imagen del cerebro y las técnicas en genética se combinaron para crear una compresión más completa de la heterogeneidad del autismo, sus múltiples causas, su inicio temprano y por supuesto, las estrategias para su tratamiento.
En una parte muy importante de los niños con autismo la intervención conductual intensiva temprana puede ser capaz de promover la conectividad de áreas cerebrales específicas, que es uno de los retos fundamentales del autismo.
Durante los últimos 30 años, los niños y jóvenes con autismo han pasado de no recibir ningún tratamiento proactivo, hasta hoy en que la mitad o más de los niños que reciben intervención conductual intensiva temprana, los hace estar junto a sus pares sin autismo en clases regulares. El futuro ha cambiado por completo para las personas con autismo. El autismo se ha convertido en una condición eminentemente tratable.
Hay que dejar de lado las disputas sobre las teorías del desarrollo y aplicar los que sabemos en beneficio de los niños con autismo.
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